Además San Juan, aporto oficiales y soldados, milicianos y arrieros, pólvora y víveres. A pedido del General San Martín, en San Juan el Teniente Gobernador José Ignacio de la Roza implementó impuestos a los vinos y aguardientes que se vendían fuera de la provincia con el fin de recaudar fondos.
Las mujeres sanjuaninas se encargaron de tejer paños, donaron joyas y objetos de plata labrada, mientras todos los que podían entregaban dinero, caravanas, aguardiente y vino, pasas de uva, harina, trigo, maíz, jabón, aceitunas, mulas de silla y carga, caballos, cueros de vacuno, monturas, ponchos, barriles, toda la existencia de estaño e incluso esclavos negros. El vecindario entregó todo lo que poseía y fue sometido a una contribución extraordinaria, mientras el Convento de Santo Domingo fue cedido para cuartel de las tropas.
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